Carta abierta (fragmento)
Querida mía, esto que debió ser una conversación
serena o quieta, un reencuentro en un bar, como hacen
los amantes ya desavenidos; un lugar cualquiera bajo el sol,
cobijando del relámpago y el viento, un sitio
en el mundo para recibir una carta o conversar de algo
que, sin duda, siempre quise decirte secretamente, sin testigos
y que ahora se convierte en una pública confesión, sin ninguna intimidad.
Una oda o una elegía, no lo sé bien; palabras con significados ciertos o melancólicos, que representen nuestro destino y hablen por nosotros y tiemblen antes de desaparecer.
Trepidaremos ligeramente frente a la sola fachada del recuerdo,
junto a los graznidos inocentes, los graznidos impensados, los lindos graznidos, los ásperos y filosos de la realidad.
Quería hablar a solas y solamente de nosotros.
Admitir, abrir la bondad; olvidar por un momento que el orgullo
bate la mayoría de nuestros ademanes, incluidos los miserables o los insignificantes.
Ah mi viejo amor, hablar de estas cosas es abrir una mano
que hasta ese momento era un puño; la mano se abre
y los pájaros cubren el cielo y el horizonte;
una pluma cae muy cerca nuestro y con alguna tristeza vemos que algo se aleja,
algo que guardábamos en la mano cerrada, un pájaro que vuela y cubre el espacio.
Ya no hay razones para crisparse. Se quiere quejar la mano vacía, quiere oír
y solamente la soledad la arrastra y la conmueve.
Quería poner las cosas en su lugar; hay un espacio
para cada cosa, una palabra para cada temblor,
una disculpa desencadenando toda arbitrariedad: el temor ha proferido;
ha dado aliento a la traición, pábulo a la maravilla: tristeza y rencor por un sueño, un gesto cálido y perdido.
Querida mía: soy un hombre que te pierde.
1 comentario:
Así, esta carta puede ser muy bien una despedida o una invitación para que abras ese calor que he conocido a tu lado; esa promesa; ese amago. Es hora de tomar decisiones; es una hora sin seducción: estamos a punto de viajar; será una partida en la que –a lo mejor- uno se despide del otro; un viaje en el que nos despediremos de muchas cosas; empezaremos de nuevo juntos o alejados: el mar, el cielo bajo, la condescendencia, el horror y los pozos del aire y otros peligros del amor húmedo y sin aire que nos secunda; este horizonte todavía sin vida, que sólo nos espera para vivir; esta tormenta de verano que –por suerte- terminará por perdernos."
Muy lindo. Tuve la suerte de que una vez me regalen un libro de Paco Urondo. Y descubrirlo, sutilmente, tanto como descubrirla.
Publicar un comentario