martes, 18 de marzo de 2014

Vivian

Niñera, y cazadora oculta

El caso de Vivian Maier, cuyas producción fotográfica fue hallada por John Maloof al comprar unos muebles viejos, resurgió por estos días, cuando el descubridor de esta obra única anunció la publicación de un libro y la organización de una muestra. Niñera y feminista en el Chicago de los años 40, Maier es, "en tiempos de Salinger", otro ejemplo de potencia creadora y silencio.

Por: Franco Torchia.
IMAGENES DE UNA OBRA CRECIENTEEn este video, algunas de las fotos que ya son un clásico de Maier.
Tiempos de Salinger. ¿Tiempos de Salinger? ¿Por su muerte, la desaparición de la desaparición? Fin del misterio y nuevo comienzo para el relato de su misterio. Una obra mínima y la decisión de amplificar su sentido apostando al silencio. O al paso del tiempo, que enmudece hasta petrificar el grito que encierra su escritura. Importancia al cuadrado: con ese método se construyeron (y se construyen) muchos artistas. Salinger no es el único. Si la consagración arranca con el señalamiento ("Es artista", "Es escritor"), la angustia consecuente ofrece alternativas reductibles a una sencillez pasmosa: los sujetos creadores simbolizan, ahora, desde el enciclopedismo de sus profesiones o se retiran. Y el mundo del espectáculo es sabio en algo: "Hay que saber retirarse a tiempo" reza una de sus más lúcidas y menos respetadas máximas.

Por cierto, la niñera y ex empleada de comercio francesa Vivian Maier nunca se retiró. Nunca tuvo que hacerlo, porque nunca ingresó. Ni quiso, tal vez. Su caso, revelado el año pasado e inmediatamente difundido por éste y muchos otros medios del mundo, volvió por estos días a ser noticia: John Maloof, descubridor de su obra, anunció que prepara una muestra con el material de la ¿fotógrafa?, al tiempo que proyecta editar un libro¿de artista? con varias de las imágenes surgidas de esos 40 mil negativos de Maier que Maloof supo conseguir. ¿Cómo los consiguió? Más o menos así.

En 2009, este fotógrafo amateur y agente inmobiliario de Chicago supo de una subasta de muebles y antigüedades guardados en una baulera y  puestos a disposición del mejor postor por los dueños del lugar, hartos de las deudas de los propietarios de los objetos. Allí fue entonce Maloof. Y compró: compró muebles que venían, oh sorpresa, con un verdadero tesoro fotográfico dentro. Y en un sobre, una firma de Vivian, en lápiz. De ahí en más, contar la vida de Vivian es contar la tarea de reconstrucción biográfica que el propio Maloof y los tres niños que ella cuidó hasta los años 60 comenzaron a hacer. Soledad, aislamiento, una discreta audacia y el borramiento de todos los signos personales vertebran los fragmentos acumulados. Maloof quiso conocerla un tiempo después de haber leído su nombre: Google le devolvió su obituario. Vivian había muerto el día antes del inicio de la búsqueda de su paradero. ¿Tiempos de Kakfa, Brod y archivos secretos? Ni siquiera: destiempo. Obra a destiempo. Obra pura.

Silenciosa. Justamente. Así la recuerdan sus "hijos" y los empleados de la casa fotográfica a la que llevaba a revelar sus fotos (en general, en pequeño formato, como reafirmando el destino invariablemente privado de su aventura). Amante del cine europeo. Del teatro. Y de los zapatos y la ropa de vestir de hombre. Murió humildemente, en una casa cuya renta pagaban ellos, sus niños. Los que no olvidan ni su precoz feminismo ni su desprecio por la religión. Advertir que Maier vivió en la oscuridad es ya redundante. Pero establecer que su fotografía tiene, a pesar de eso, mucha luz, no.

Porque el "corpus Maier" es una producción que traza una semejanza inevitable con la obra de Diane Arbus, la famosa fotógrafa estadounidense. Pero lo que en Arbus siempre fue monstruoso, en Maier es triste. De espaldas a la cámara, sus retratados aparecen como capturas propias de una sensibilidad que deviene extrema en la medida en que la condición extraartística de su autora impone su fuerza específica. La importancia de Arbus está en lo que ella ve. La de Maier, en la mirada. De hecho, algunos transeúntes miran fijo esa mirada. Y desconfían. Las mujeres aparecen o bien en su apropiado decoro o bien en su rancia cotidianeidad, colmada de pobreza, cansancio o resignación. Siempre es de día. Siempre en la calle. A veces se esconde. A veces no. Los hombres están en otra. O no están. Los niños, en cambio, son concientes de la toma. Los únicos concientes. Ahí hay luz.

El blog que John Maloof creó, y en el que colgó parte de las fotos, es desde hace meses un éxito de visitas. Miles y miles de curiosos enferman de curiosidad. Quedan cerca de 600 rollos por revelar. Nace el "sistema Maier". Puede que Vivian nunca haya sido artista. O que eso, finalmente, lo decidan los otros. Pero Vivian cuidaba niños y tenía ratos libres. Y eso siempre va a ser un arte.

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