miércoles, 26 de marzo de 2008
Militantes ambientales los ideales de los 70 version siglo xxi
Jorge Rulli
Guerrilleros reciclados: de la lucha armada al reclamo por la ecología
Luis Mattini, Jorge Rulli y Gabriel “Belo” Soler comparten su pasado y también su presente. En la década del 70 participaron activamente en organizaciones armadas de izquierda de las que llegaron a ser importantes dirigentes. Después vinieron tiempos de prisión, y en algunos casos, el exilio. Volvieron al país con la llegada de la democracia y decidieron volcar sus ideales de juventud en proyectos en defensa de la naturaleza y del valor de la tierra.
Por Gabriela Manuli
Del Che a los transgénicos
Arnol Kremer y Luis Mattini conviven hace más de 30 años. El primero es el nombre legal, ese que aparece en el documento de identidad. El segundo es el elegido y el que lleva a cuestas como una marca imborrable de una larga militancia marxista-leninista. Como forma de resistencia contra el olvido, hoy su seudónimo “de guerra” es más representativo que el “oficial”.
Y así prefiere presentarse, por ejemplo, ante los grupos de campesinos con los que se relaciona tierras adentro gracias a su trabajo en la Defensoría del Pueblo de la Nación.
Hijo de una familia obrera, Luis dio sus primeros pasos de la mano de su padre carpintero. A falta de universidad, adoptó una biblioteca popular como su lugar de formación académica. Allí conoció el marxismo.
Su militancia formal comenzó con Praxis, un grupo de izquierda revolucionaria que dirigía Silvio Frondizi, hermano del ex presidente asesinado por la Triple A. Además, durante diez años fue sindicalista de gremios metalúrgicos.
“Estaba convencido de que en la Argentina había que hacer una revolución.
Con mis compañeros fuimos tomando las ideas del Che Guevara y pensábamos que era inevitable que la revolución fuera violenta”, describe Mattini.
Ya cerca de sus 30 años y con una familia constituida, Mattini se acercó al Partido Revolucionario del Pueblo (PRT). “Seguíamos la línea de Guevara, pero yo era demasiado ciudadano y la idea de irme al monte como él, no me entusiasmaba. La gente del PRT planteó que se podía hacer la lucha armada en la ciudad”. Luis llegó a ser miembro de la dirección nacional del PRT-ERP.
—¿Conservar su seudónimo es una forma de reivindicar su militancia?
—Sí, porque de alguna manera es decir que puedo hacer autocrítica de las cosas que hemos hecho mal, pero que no me arrepiento de mi historia.
—¿Cuándo comenzó su preocupación por los campesinos y la ecología?
—En un momento fui a parar a Suecia. Allí es donde se produce mi gran decepción con el socialismo: estuve muy cerca de Chernobyl y me di cuenta de que con respecto al medio ambiente, la Unión Soviética era un desastre.
Hace ocho años que Luis trabaja en cuestiones relacionadas con la ecología y el campo. El primer tema con el que se topó en su trabajo fue el de los transgénicos y la biotecnología. También se contactó con distintas comunidades campesinas que se oponen a la instalación de empresas mineras. “El capitalismo está poniendo el mundo al borde de la destrucción total. Hay que revisar los métodos productivos que está llevando adelante la humanidad”.
La batalla verde como política antipoder
La vida de Jorge Rulli no entra en el espacio de una hoja de papel. Histórico referente de la resistencia peronista, hoy dejó a un lado la militancia política tradicional para dar su batalla pro ecología desde el Grupo de Reflexión Rural (GRR). El combate contra el monocultivo de soja, los transgénicos y los biocombustibles son sólo algunas de las banderas que ahora levanta.
Su militancia comenzó a los 15 años, en plena Revolución Libertadora, cuando nombrar a Perón o a Evita merecía un castigo. “Comencé tirándoles piedras o insultando a los autos que pasaban festejando. Y seguí pintando paredes por mi cuenta o quemando comités políticos con la nafta que sacaba de mi casa”, rememora Rulli.
A fines del ’59, Rulli ya “no era un pibe que tiraba piedras”, sino un miembro de la conducción de la Juventud Peronista. Al año siguiente, cayó preso por primera vez. Luego fue uno de los fundadores de las Fuerzas Armadas Peronistas y se capacitó en un curso del Ejército Popular de Liberación en China. En 1966 lo vuelven a detener, pero esta vez sufriría secuelas
indelebles: “Me torturan, quedo moribundo, los riñones me dejan de funcionar y pierdo un ojo”.
Su vida continuaría por Cuba, Brasil, Chile y Uruguay. Tiempo después organizó la Juventud Peronista de La Matanza que contaba con su propio apéndice militar, pero volvió a caer en prisión. Terminó exiliándose a finales del ’81 y consiguió asilo en España y luego en Suecia.
En el año 1987 regresó a la Argentina, empujado por problemas familiares y comenzó a trabajar en el Ministerio de Asuntos Agrarios de la Provincia de Buenos Aires.
—¿Cuándo comenzó su interés por el medio ambiente?
—Creo que tiene que ver con la cárcel y con la tortura constante. Me refugié en la vida espiritual y hacía muchos ejercicios y meditación. Ya en España me vinculé con gente que vivía en la ciudad pero hacía huertas de fin de semana. Otra experiencia muy fuerte fue la corriente de la no violencia activa. Ya en Suecia conocí el ecologismo como política antipoder y trabajé muchos años a favor de los pueblos aborígenes.
—¿Cómo fue eso?
—Organicé actos de protesta con los pueblos del norte a los que les estaban matando los animales por la espora radiactiva. Hicimos quilombo en Estocolmo: traíamos pinos y los tirábamos en la puerta del ministerio.
Otro día fui con un reno en plena ciudad.
Para Jorge, los sueños y las utopías siguen siendo las mismas de su juventud. “Sigo teniendo una vocación por la confrontación personal que me marcó la militancia. Pongo pasión en lo que hago: parece que estuviera tirando granadas, pero tiro palabras”.
Sigue
Con otras consignas, el compromiso se mantiene
La charla está terminando cuando Gabriel “Belo” Soler comienza a volantear unos folletos del Foro Nacional de la Agricultura Familiar. Ya pasaron más de 40 años desde que hizo sus primeras armas en 1961, como uno de los fundadores, en la Facultad de Veterinaria de La Plata, del grupo socialcristiano tercermundista Ateneo. Pero él sigue ahí, inclaudicable. Las consignas son otras, pero la militancia de base se mantiene.
Belo es hijo de una familia ultracatólica y peronista. A mediados de los 60 se fue de Ateneo, “porque había muchos reaccionarios” y se sumó a la Juventud Peronista. En 1969, se fue a Colombia para hacer un curso sobre desarrollo en América latina, donde trabajó en zonas indígenas.
Belo regresó a La Plata hasta que el golpe de Estado precipitó su exilio a Barcelona, que de refugio transitorio se convirtió en una larga estadía de casi 20 años. “Allí creamos la Agrupación Peronista de Barcelona, que aunque en un principio tenía alguna ligazón con Montoneros, después se rompió por su concepción y práctica militarista”, recuerda Belo, quien tiene un hermano cura y su cuñada detenidos-desaparecidos.
Cuando en 1995 volvió a la Argentina, se reencontró con Jorge Rulli, un antiguo compañero de exilio con el que empezó a discutir sobre ecología.
Belo ya había cursado en Barcelona maestrías y posgrados relacionados con impacto ambiental.
Las charlas tomaron forma cuando con otros compañeros fundaron el Grupo de Reflexión Rural (GRR). “Fuimos los primeros en el Cono Sur en hablar y denunciar el tema de la soja, aunque en los primeros momentos estuvimos cortísimos en nuestra prospección”, señala Soler.
—¿Cree que los sueños que perseguía en los 70 son muy distintos a los actuales?
—No cambiaron mucho. Hay un nuevo pensamiento y el tema de la naturaleza no existía en ese momento. Ya lo tenía en mente pero sin la construcción intelectual del tema.
—¿La lucha pasa hoy por la ecología?
—Sí, es indispensable. No puede ser que las ciudades estén de espaldas al campo y a la producción de alimentos.
—¿Cómo toman este nuevo giro sus antiguos compañeros?
—Es un trabajo titánico. Al principio todo era negado por esos compañeros de militancia. Fue muy difícil.
Hoy Belo alterna su tiempo entre distintos ámbitos como el Consejo Social Ambiental de la Provincia de Buenos Aires, el Movimiento Pueblos que Laten, la Mesa Provincial de Desarrollo Rural y la Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria de la Universidad de La Plata. Una nueva forma de militancia.
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2 comentarios:
Jaja, tu secreto a la inversa! Ya llegarás a la lucha armada ecologista! (?)
Shhhhhhhhhhhhhh
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